En marzo de 2006, agentes de la Guardia Civil se personaron en la casa de Antonio Hernández de 41 años, vecino de Aljaraque (Huelva) para conducirlo a prisión donde debía cumplir 12 años de prisión después de que el gobierno le hubiese denegado el indulto. La condena era por el robo de un televisor y un jamón cometido cuando tenía 18 años y era toxicómano. Durante este tiempo, Antonio se había reintegrado totalmente en la sociedad y había abandonado las drogas. En el momento de su detención e ingreso en la carcel trabajaba como guarda en una obra y se encontraba esperando un hijo. Ante esta situación, el ayuntamiento de Aljaraque promovió una nueva petición de indulto solicitando la suspensión de la condena entre tanto.
Supongo que la pregunta que el que lea esto se hará es cuál es la relación entre Antonio Hernández y Manuel Fraga. Bien, la primera es que he estado a punto de añadir un "don" delante del nombre del Sr. Fraga, cosa que ni de lejos se me habría ocurrido hacer con el Sr. Hernández. La segunda es un paralelismo que, aunque quizás cogido por los pelos, me ha venido a la cabeza esta mañana leyendo y escuchando las noticias sobre el político recientemente fallecido.
En esas noticias y comentarios de tertulia había una opinión generalizada del gran papel jugado por Fraga en la transición y sobre su propio tránsito de defensor del régimen -ministro de propaganda ni más ni menos- a adalid de la democracia y firme defensor de la Constitución. Es en estos nuevos valores en los que muchos basan la admiración por su figura hasta el punto de justificar que cualquier pasado anterior ,menos exaltable, debe ser perdonado o, más que perdonado, olvidado como si nunca hubiese existido.
Supongo que el paralelismo entre las dos historias sigue sin estar claro así que lo aclararé. Antonio Hernández tuvo un pasado tormentoso. Seguramente, a los 18 años, su vida no era ni de lejos ejemplar y, también seguramente, el robo del televisor y el jamón fue sólo una más de sus andanzas. Pero después de aquella juventud turbulenta y por las razones que fueran, Antonio se regeneró, se reintegró en la sociedad, encontró trabajo y formó una familia. A pesar de ello la justicia estaba allí esperándole. De nada sirvió su cambio ni el apoyo de sus vecinos para convencer al gobierno de que le concediese el indulto y evitar su ingreso en prisión para cumplir una condena por unos delitos de los que él mismo ya no querría saber. En su casa se presentó la Guardia Civil y se lo llevó.
Al igual que Antonio Hernández, Mauel Fraga tuvo un pasado tormetoso -aunque muchos creo que no piensan los mismo-. Fraga fue ministro de propaganda de una dictadura llegada al poder tras una guerra civil en la que los ganadores ejercieron de ganadores y se invistieron de la legitimidad del vencedor. Una dictadura en la que se cometieron un buen número de crímenes y tropelías (de las que por cierto tengo conocimiento de primera mano porque un familiar no lejano era de los que se dedicaba a ello). Un régimen que juzgó y condenó a muerte a un buen número de persona no sólo tras el fin de la guerra sino hasta prácticamente sus últimos días. Pues bien, Manuel Fraga, me disculparán si no le llamo don Manuel, fue uno de sus máximos exponentes y, por lo tanto partícipe de sus actividades. Es posible de Fraga fuese inocente de todo pero, como a Antonio Hernández, nadie le juzgó por ello. Antonio, que sí había sido juzgado, ingresó en prisión y de nada valió su cambio de vida para perdonarle sus deslices de juventud. Manuel a quien nunca nadie juzgó ha sido perdonado por todos, curiosamente, también gracias a su cambio de vida, haciendo olvidar, en este caso sí, sus deslices de juventud.
En fin, ya advertía que era un paralelismo cogido por los pelos pero que no he podido sacarme de la cabeza en todo el día. Antonio Hernández es un caso cazado al azar gracias a Google y no es más que uno de los muchos cientos o miles de casos parecidos de vidas regeneradas que a pesar de ello de nada valieron para evitarles la carcel. A Manuel Fraga, al contrario, parece que su regeneración democrática si que le ha valido para hacer olvidar todo lo anterior.
No quiero quitar merito al político del que estoy convencido que ha contribuido al cambio en este país pero, al menos para mí, esto no es óbice para que su pasado quede enterrado. Es más, creo que precisamente por ese pasado, su presente podría ser más loable incluso pero también creo que, como Antonio, debería haber rendido cuentas ante la sociedad de nuestro país.
Ya para terminar, y no sé por qué, siempre que pienso en Fraga no puedo dejar de asociarle a su papel como Ministro de la Gobernación durante los sucesos de Vitoria del año 96 y a su gloriosa frase "la calle es mía". Supongo que es porque por aquella época yo estaba en la preadolescencia y aquel suceso, con los cinco muertos entre obreros refugiados en un iglesia, me impresionó mucho.
Buenas tardes a todos.