Me desperté ayer oyendo a Pepa Bueno que hablaba en la Ser sobre las voces que claman, en todos los grupos sociales, por la necesidad de establecer un pacto de estado que nos saque del profundo agujero en el que nos encontramos. Citaba Pepa Bueno la necesidad de que a dicho pacto se sumase el gobierno, los partidos de la oposición, los empresarios, los sindicatos... Vaya! Cuando escuchaba la lista de los que debían pactar eché en falta a alguien: a los ciudadanos.
No creo en pactos. Estoy convencido de que un pacto de este estilo sólo conducirá a una cosa: a mantener el statu quo de cada uno de los que pacten. Los partidos políticos seguirán conformando esa élite autondenominada "clase política". Los sindicatos continuarán defendiendo los intereses de los trabajadores conforme a unos patrones basados en el siglo XIX (mediados del XX como mucho). Y los empresarios... pues seguirán a lo suyo, diciendo que hay que flexibilizar el despido, que hay que bajar los impuestos, las cotizaciones... porque de lo que es reducir sus beneficios para invertir algo más, seguramente, ni se acordarán, por más que esa inversión se traduzca en mayores beneficios futuros. No, mejor toma el dinero y corre. ¿Y los ciudadanos? ¿Quién se preocupa de los ciudadanos?
Sólo creo en un pacto ahora mismo. Sólo creo en un pacto para renovar la Constitución, esa constitución en sobre la que los menores de 53 años no hemos tenido oportunidad de pronunciarnos. De acuerdo con el INE (datos a 2011), somos un 50,1% de la población y un 61,1% de los votantes los que tenemos que cargar con eso de que la "Carta Magna" necesita estabilidad y, como consecuencia, aceptar todo un modelo de estado en el que no tenemos ni arte ni parte.
Nuestra constitución está desfasada. Responde a pactos para conseguir atravesar el desierto de la transación, pactos que, si bien fueron buenos en su momento, han quedado ya fuera de lugar porque nadie se acordó de que la constitución debe ser algo vivo que se amolde a los tiempos y a las realidades. Nuestra constitución perpetúa una estructura de estado con sus autonomías, partidos políticos, instituciones... de la que estoy convencido de que es una de las causas de nuestros problemas actuales para responder a la crisis, por más que el gobierno diga que se debe a la crisis internacional y la oposición que a la ineptitud del gobierno. Darle poder a las autonomías, tal como fueron concebidas para acallar a las exigencias de catalanes o vascos, se ha manifestado como un completo fracaso en ese sentido y su contribución a engordar la estructura del estado no llega a compensar, desde mi punto de vista, los beneficios que han podido aportar. El sistema D'Hont, que permitiría garantizar mayorías sólidas y estables para lo que ha servido es para que apareciesen mayorías absolutas en las que el partido de turno hace lo que quiere aunque esto sea lo contrario de lo que dijeron que harían durante la campaña. Sí, ya sé que la Ley D'Hont no está en la Constitución pero en la misma sí se podrían sentar las bases para una mejor representación de los ciudadanos y evitar ese engendro que tenemos actualmente de listas cerradas en las que no votamos a unos candidatos individuales que luego sí que son propietarios de su escaño. Y así podemos pasar revista a las maravillas de nuestra constitución...
Es curioso, cuando uno habla con la gente de la calle todo el mundo está de acuerdo en que habría que cambiar muchas cosas de la estructura del estado y de la forma que se gobierna. Todo el mundo está de acuerdo en que el estado de las autonomías no va a ninguna parte más que a engordar los gastos. ¿Qué las autonomías son una forma de acercar el estado a los ciudadanos? Pues puede ser, pero desde luego éstas no. En la calle hay consenso en que el sistema de representación no es adecuado. Por un lado lo que el voto sea un cheque en blanco por cuatro años. Por otro lo de que estamos eligiendo a gente que no tenemos ni idea de quienes son lo que se ha traducido en que la política se haya convertido en una profesión en la que para medrar sólo hay que tener buenos amigos. Luego está eso de quién manda aquí porqueya no sabemos ante quién responde el presidente del gobierno, si ante los ciudadanos o ante la Merckel. La justicia... bueno, mejor no hablar porque eso de la independencia del poder judicial es uno de los mitos más famosos junto con el monstruo del Lago Ness. No creo que nadie discrepe demasiado de estas afirmaciones, nadie salvo los políticos a los que someter el país a ese cambio significaría renunciar a su única fuente de ingresos y eso, pues claro, no tienen intención de hacerlo.
Como dice un amigo, para arreglar esto hace falta que los políticos se hagan el hara kiri pero, curiosamente, con todo lo antidemocráticas que eran, eso sólo fueron capaces de hacerlo las cortes franquistas. No, a nuestros queridos políticos no los desaloja nadie. Siguiendo con el programa de radio que dio pie a este post, un poco más tarde, Pepa Bueno relataba las propuestas de reforma que Rubalcaba tenía preparadas para aportar a ese gran pacto y, ¡sorpresa! la reforma del estado no estaba entre ellas.
Más les vale a los políticos que salgamos de la crisis pronto porque será la única forma de que los ciudadanos nos olvidemos de estas necesidades de cambio. Sí, lamentablemente con el estómago lleno todos estos problemas se ven de otra forma. Pero como no sea así y la crisis se prolongue al final el hara kiri no se lo van a hacer ellos...
Buen día a todos.