En una llamada no solicitada -vamos, que previamente no he pedido ningún tipo de información- me llaman de Páginas Amarillas. Aquí la conversación que habla por sí sola. Mi tono es en todo momento educado, sin levantar la voz, ni utilizar ninguna exprexión malsonante.
- Páginas amarillas (PA): Le llamo de Páginas Amarillas para ofrecerles nuestros servicios en nuestras guías, buscadores,... además también somos socios de Google... (Todo esto antes casi de decirme buenas tardes)
- Yo: Mira, es que no estoy interesado.
- PA: Pero le ofrecemos servicios que le pueden ser muy útiles para su negocio...
- Yo: Ya, pero es que no estoy interesado, así que mejor lo dejamos y así no pierdes tu tiempo conmigo porque, al final, de todas formas te voy a decir que no. (Me ahorro decirle que realmente quien me va a hacer perder el tiempo es ella a mí)
- PA: ¿Pero como puede decir que no está interesado si aún no le he explicado qué es lo que le ofrecemos...? (Con educación le corto porque sigue hablando dispuesta a soltarme toda su perorata comercial preenlatada)
- Yo: Mira, ya te he dicho dos veces que no estoy interesado. Te lo puedo decir una tercera o colgarte directamente la llamada (De nuevo, tono cortés por mi parte)
- PA: (Indignada) No se preocupe que ya le corto yo!
En fin, si alguna vez Páginas Amarillas tuvo la oportunidad de venderme algo, desde luego ya no la tendrá más. Es inadmisible que se dé por hecho que tenemos que aguantar que nos tengan 10, 15 o los minutos que sean, al teléfono escuchando las bondades de algo que ni hemos pedido ni, como es mi caso, queremos. No es de recibo que yo tenga que dar explicaciones de por qué no estoy interesado. Simplemente no lo estoy y punto, pero no, tengo que aguantar la insistencia de la comercial agresiva y su mala educación cuando ve que no puede conseguir su objetivo.
¿De quién es la culpa? ¿De la persona que estaba al otro lado del teléfono? Pues en parte sí. Hay cosas que no se deben perder y una son las formas. Colgar porque no ha conseguido suscitar el más mínimo interés por mi parte es una muestra de poca educación.
Pero la culpa no es sólo suya sino también de su organización que encarga llamadas indiscriminadas a agentes a los que somete a una presión por conseguir unos objetivos normalmente inalcanzables. Es culpa de una organización, Páginas Amarillas en este caso, que no hace ni el más mínimo sondeo previo sobre las necesidades del cliente sino que cogen sus propias guías y se ponen a llamar cual ametralladora, uno tras otro, a todos los números de teléfono que tienen disponibles. Las llamadas de televentas se parecen cada vez más a los antiguos vendedores de enciclopedias que, puerta a puerta, iban llamando a ver si conseguían que les abriese alguien y que, en muchas ocasiones, lo que conseguían era el portazo en las narices. Las cosas se pueden hacer de otra forma sí pero en Páginas Amarillas no parecen haberlo descubierto aún. No me voy a extender en el cómo, primero porque me gusta que mis posts sean cortos y, segundo, porque si Páginas Amarillas quiere mejorar la eficiencia de su fuerza comercial, estaré encantado de hacerles un proyecto... y facturárselo claro.
Buen día a todos!
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