lunes, 10 de diciembre de 2012

Mucho palo y poca zanahoria

Ayer leí la noticia de que el Ayuntamiento de Madrid ha decidido que multará hasta con 750€ a aquellas comunidades de vecinos en los que alguno de los uno de ellos no separe correctamente la basura para su reciclaje. No es que me extrañe, porque parece que de lo que se trata es de cómo conseguir ingresos adicionales de la forma que sea, pero cuando lo leí no pude menos que acordarme de cuando el profesor amenzaba con castigar a toda la clase si el autor de aquella caricatura en la pizarra no se identificaba voluntariamente o era "entregado" por alguno de sus compañeros. Siempre he pensado que esas prácticas suponen una especie de secuestro en la que se obliga a un colectivo a ejercer labores de policía que no les corresponde. La medida, aunque no soy abogado, se me antoja como bastante cuestionable desde el punto de vista legal -¿Qué culpa tengo yo de que mi vecino sea un incívico?- y, como ejemplo, algo que leí en un tuit que no he sido capaz de localizar después, motivo por el que no puedo asignar su autoria: es tan absurdo como decir que se va a multar a todos los vehículos en una calle porque el primero se ha saltado un stop.

En cualquier caso, mi reflexión va por otro lado. Parece que la única estrategia que tienen nuestros gobernantes es siempre la punitiva: si haces algo mal, pues castigo al canto y si, además, puedo castigar a unos cuantos más, pues mejor. Como padre siempre me advirtieron que no vale solo el castigo para educar, que hay que dar una de cal y otra de arena y ser capaces no solo de castigar a tu hijo cuando hace mal las cosas sino de reconocer también cuando las hace bien y felicitarle por ello. Eso, que ya me decían que debía hacer cuando mis hijas eran pequeñas, lo he ido experimentando con los años hasta estar completamente convencido de que -salvando algún castigo de vez en cuando- el camino del reconocimiento y la recompensa es mucho más efectivo que el de la reprimenda constante. Debe ser que a nuestros gobernantes, cuando eran pequeños, sus padres sólo les educaron por la senda del castigo y la otra alternativa es un territorio inexplorado para ellos.

Hace unos días mi socio Fernando Amigo (@famigopro en Twitter) publicó una entrada en el blog de nuestra empresa hablando de este tema que creo que viene muy al caso y del que dejo aquí el enlace para el que lo quiera leer. Se trata de cómo emplear una técnica bastante de actualidad, la gamificación, y de cómo puede ser empleada para abordar determinados aspectos del comportamiento ciudadano. El resumen es bastante sencillo, y más allá de que según el caso su implementación pueda ser más o menos sencilla, consiste en fomentar que los ciudadanos hagamos bien las cosas por el gusto de hacerlas bien y por la gratificación que uno siente cuando es reconocido por haberlo hecho de esa manera. Es decir, ¿qué pasaría si el Ayuntamiento de Madrid, en vez de pegar con el palo al que no recicla -de hecho a él y a todos sus vecinos- intentase premiar y reconocer a aquellos que lo hacen bien? Desafortunadamente, dar con el palo parece que es mucho más sencillo y mucho más oneroso para las arcas municipales.

Un saludo a todos y buena tarde.

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