Resulta que nuestro querido Rubalcaba ya no es Rubalcaba. Ahora es Alfredo. Cuando oí su comentario de que quería que le llamasen por su nombre de pila, no sé por qué, me vino a la cabeza esa misma frase pero dicha en italiano: Chiamami Alfredo! Inmediatamente, me imaginé a nuestro vice, en plan galán, chaqueta cruzada, camisa blanca, pañuelo en el bolsillo, sentado en una terraza junto al Mediterráneo, por la noche, a la luz de las velas, con una bella dama a la que intenta seducir y así, entre susurros, le dice "Chiamami Alfredo!". En fin,uno nunca sabe por qué nuestra mente hace determinadas asociaciones.
Lo que sí es cierto es que Alfredo, nuestro querido Fredo en la intimidad, tiene que seducirnos. Debe convencernos de que tiene la solución para sacarnos de esta crisis, para regenerar la vida política española, para devolvernos la ilusión a los ciudadanos... Para ello será necesario que consiga que nos olvidemos de que lleva siete años en el gobierno actual y que nos creamos que su puesto en el gobierno era meramente técnico, sin relación alguna con las decisiones para gestionar esa crisis que vino del otro lado del Atlántico. Tendrá que conseguir que le percibamos como alguien nuevo, con ideas frescas, capaz de sacarse de la manga varios millones de puestos de trabajo que se nos han caído con los ladrillos...
Alfredo, para conseguirlo, deberías hacerte un implante de pelo como tu compañero Bono y tenirte el pelo como él. Quizás sería hasta recomendable que te afeitases esa barba canosa que, aunque te da un aspecto de persona respetable, se topa con la imagen de un renovador convencido. Unas buenas fotos tuyas en ropa deportiva, colocado en los tacos y pensando sólo en ser el primero en llegar a la meta serían un bombazo...
No, Sr. Rubalcaba, para que nos creamos algo no basta con un "Chiamami Alfredo!".
En fin y ahora, a seguir trabajando.
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