El proyecto consistía en: enterrar las canalizaciones de luz y teléfono, aumentar el ancho de las aceras y pintar la señalización horizontal de las calles. Dicho así suena muy bien porque aparentemente facilitaría nuestra vida. Lejos de ser así, no hemos ganado sino que hemos salido perdiendo con el cambio.
- Enterrar las canalizaciones. El ayuntamiento ha enterrado los tubos pero a alguien se le olvidó que quien debe meter los cables por dentro son las compañías suministradoras que, por el momento, parecen no estar muy por la labor.
- Ensanchar las aceras. Se han ensanchado sí, pero para que aparquen los coches encima y no me refiero a que los conductores nos subamos sino que están hecas específicamente para aparcar encima de ellas. El resultado es que para transitar por las calles hay que seguir haciéndolo por la calzada porque la acera de un lado sigue siendo igual de estrecha y la del otro está ocupada por los coches. A cambio de ello las calles que antes eran de doble sentido son ahora, en su mayoría de uno único lo que ha convertido Las Matas en un auténtico laberinto en el que hay que dar grandes rodeos para hacer los mismos recorridos de antes y hacer de guía -hay que salir a buscarlas- de todas las visitas que uno recibe en su casa. Una imagen que vale más que mil palabras y, por cierto, por si alguien se lo pregunta: no, no hay espacio para transitar sin tener que pasar de lado entre los coches y la valla de las casas.
- La pintura de las calles. Es apasionante ver un paso de peatones en la puerta de mi casa que va de ningún sitio a ninguna parte porque el que va por la calle va, como decía, por medio. Eso sí, el paso de peatones está allí convenientemente señalizado con sus postes metálicos. Y ya para rematarlo, la calidad de la pintura utilizada es tan mala que la mitad se ha borrado ya en menos de un año.
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